LITERATURA

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Para romper el hielo, voy a dejarles este pequeño relato.

LA VOZ DE LA MUJER.

Abro los ojos, pero no puedo percibir más que sombras.
Siento la cabeza embotada. El cuerpo adormecido, pesado. Me domina un extraño sentimiento de angustia.
No recuerdo nada. Apenas me reconozco. Mi identidad se pierde en el laberinto de oscuridad que me envuelve.
Lentamente reacciono. Consigo moverme y salir del amasijo de metal. La lluvia al mojarme el rostro, lleva hasta la boca el sabor salado de la sangre.
No siento dolor alguno. De hecho, no tengo conciencia de mi cuerpo.
Es evidente que me muevo, pero no puedo explicar como consigo salir del destrozado vehículo. La niebla que me ofusca la mente, embota también mis sentidos, amortiguándolos.
Lo cierto es, que trepando por el margen consigo llegar a la carretera. La niebla se espesa todavía más. Temo perder el conocimiento.
Tendido en la cinta de asfalto, respiro profundamente. Me aferro a la urgencia de seguir despierto para no hundirme en el pozo negro que se abre ante mí.
¡Al fin! Unos faros rasgan la noche. Un coche traza la curva, y una ráfaga de luz ilumina la destrozada valla y mi cuerpo tendido en el arcén.
Un frenazo, pasos acercándose... ¡Gracias a Dios! Me han encontrado ¡Tengo una posibilidad! Ahora todo irá bien. Con un terrible esfuerzo consigo incorporarme.
- No te muevas, quédate tranquilo.
La voz de la mujer me llega extraordinariamente clara. Parece que la niebla que afloja mis sentidos no la afecta.
- Eso es. Así. Relájate, déjate ir. Ya todo ha pasado. No hay nada que temer.
La voz de la mujer suena dentro de mi cabeza, suave, tranquila, armoniosa.
Es una voz profunda, bella, que me arrulla llenándome de paz. Sonrío. Y recuerdo. Recuerdo el cansancio, la carretera mojada, la prisa por llegar a no sé donde.
La voz de la mujer me hace recordar. La velocidad, la curva...
La voz de la mujer creando ecos en mi mente.
La voz de la mujer…
Paulatinamente, la voz de la mujer se transforma en la oscuridad del pozo. De ese pozo que me arrastra, que quiere poseerme.
La voz de la mujer... el pozo...
El pánico hace acto de presencia. Llena mi paladar de un sabor amargo, y me eriza los vellos.
- ¡No! - le grito a la voz con todas mis fuerzas.
- ¡No!
- Ven, relájate, no tengas miedo - susurra envolvente.
- ¡No!
- Duerme, descansa, no te asustes,... ven.
- ¿Quién eres tú? ¿Que quieres?
- Seré lo que tú quieras que sea. Puedo ser bella, si me quieres bella. Puedo ser tierna si me quieres tierna. Puedo ser un ángel, o puedo ser un monstruo. ¡Tú me creas! Ven… No temas, duerme.
Quiero negarme, pero no puedo. La voz ejerce sobre mí un control hipnótico. Cada vez me siento más débil, con menos ánimo para resistir su hechizo.
- Déjalo ya... relájate, duerme.
Mis defensas se están derrumbando.
Casi me alegro cuando la oscuridad del pozo se abate sobre mí.
La voz de la mujer se transforma en una dulce melodía que me envuelve completamente. Sonrío y me duermo.

Adela